Me imploro al viejo escribano.
Me imploro a la tertulia de muertos,
querubines y ángeles derrotados
por la espada que ataca por la espalda.
Me imploro a las letras manchadas
por el dolor y la ausencia de nombres.
. . .
Me imploro a las bibliotecas enajenantes
donde Borges manipuló
al antojo descriptivo y quimérico,
muertos sincopados,
muerto inversos…
Estamos hechos para seguir sombras;
estamos hechos para borrarnos de los espejos:
velos enigmático de un alfabeto entre 0 y 1.
. . .
Estamos renaciendo en un preámbulo
de puertas y ventanas entreabiertas;
devenga infierno errante,
al puño y letra temblorosa
de un Fuentes sin carne
cerca del parnaso celeste.
…
Dejar que las gotas suturen la poca
tierra de este pantano al que llamamos
reino infernal.
. . .
Dejar que mis letras
me depuren tras una cripta,
vinagre combinado de letras menospreciada.
. . .
Dejar que mis letras sean sangre
de vagabundo ante la oración
de una voz que susurra
sombras y espejos.